jueves, 14 de julio de 2011

NOCHE DIFERENTE




Comenzaba el otoño, aquella estación medio invernal llena de colores y que tantos sentimientos melancólicos despertaba en ella. Era viernes y por la noche, había quedado con sus amigas. Esta vez las acompañaría a escuchar esa música que ya no despertaba ningún interés en ella; pero necesitaba salir, no podía seguir quedándose en casa mientras el mundo se movía fuera, necesitaba volver a encontrar su sitio. Saldría con la idea de pasarlo lo mejor posible, con quien fuese y donde fuese, eso era lo que había y quería volver a sentirse viva. Igual que ahora su hijo estaba ya descansando con su abuela, ella también merecía un descanso, al menos unas horas sin trabajo, sin estudios, sin familia, unas horas solo de y para ella.

Llegó la hora de salir, tenía de antemano la sensación de que sería lo mismo de siempre, un bar oscuro, música aburrida y mala cerveza. Sin embargo, algo en su interior le hacía pensar que aquella noche iba a tener algo especial; se puso unos pantalones negros ajustados y aquella camisa negra a medio abrochar que dejaba ver el top que llevaba debajo y si se descuidaba, una pequeña parte del sujetador, negro por supuesto. Aunque no quisiera también le marcaba unos pequeños michelines que no deslucían el conjunto. Un poco de maquillaje en la cara daba luz a una carita blanca y luminosa en la que resaltaban unos bonitos ojos pardos.

Una vez en el bar le faltó poco para darse la vuelta y volver a casa, pero eso no era lo que había decidido antes de salir: DISFRUTARÍA; con la primera cerveza en la mano y procurando no darle importancia a la pésima música, hablaba con unos y otros, pero se notaba fuera de lugar, sin embargo, alguien llamó poderosamente su atención. No tenía cara de disfrutar del bar ni de la música, su aspecto no era el de la mayoría, tenía más edad que la media del bar. De vez en cuando intercambiaba palabras con los que debían ser sus acompañantes, a los que si se veía totalmente integrados en el ambiente, justo lo contrario que él. Se cruzaron varias miradas mientras ambos trataban de disimular lo mejor posible la falta de interés por el sitio donde estaban, y el creciente interés mutuo.

¡Huyyyyyyy!, al ir al servicio se lo encontró de frente, el salía, aun colocándose la camisa, cada uno sonrió al otro, ella deseaba hablar con él, pero no se decidía a dar el primer paso. Cuando salió del servicio él estaba fuera, en actitud de esperar, entonces ella no se lo pensó dos veces, con una sonrisa se dirigió a él.

-¡Hola!, ¿disfrutando de la música?
El: Oh, si, me entusiasma esto -una respuesta irónica para una pregunta que no lo fue menos-; parece que tu también "disfrutes" del sitio. Si quieres charlar un rato, te invito a una cerveza.

Ella: ¡Acepto!

Mientras iba hacia la barra los ojos de ella lo escrutaban de arriba abajo, aun era mejor de lo que le pareció en un principio, llevaba un pantalón azul que insinuaba unas nalgas prietas que le pedían a gritos que las tocase, la camisa blanca, con pequeñas rayas azules, un poco arrugada, marcaba su contorno, unos hombros algo anchos que demostraban su afición por el deporte.

Retirándose hacia un rincón del bar comenzaron a charlar, ella estaba encantada, se alegraba de haber salido esa noche, sabía que aun podría ser mejor; en ningún momento dejaron de mirarse. Ella se moría de ganas de probar aquellos labios y tocar aquel cuerpo, le parecían los mejores del bar, por momentos perdía la conversación y se quedaba absorta mirándole.
El, por su parte, radiografiaba el cuerpo de ella: generosos pechos, amplias caderas y una carita de muñeca de porcelana que gritaba su ansia de besos y de cariño.

Alguien llamó la atención de la chica y cuando se quiso girar de nuevo hacia él se encontró de repente con unos labios pegados a los suyos, abrió un poco los labios y dejo que fuese él quien la besara, él buscaba la lengua de ella en el interior de su boca mientras ella apretaba contra si el cuerpo de él, agarrándole con fuerza las nalgas tal y como había deseado desde que lo vio, sus lenguas se entrelazaban en una orgía de besos, ella se sentía en sus manos y el sentía que aquello no sería el final de la noche, aquella mujer se entregaría, dándole tanto como lo que ella esperaba recibir. El deseo latía mutuo como un solo corazón alimentando dos vidas.

El: ¿Nos vamos? -ambos estaban deseando salir de aquel sitio, pero también los dos deseaban salir en compañía del otro.-

Ella no necesitó tiempo para pensárselo, se despidió de sus amigas mientras él hacía lo mismo con los suyos. El la cogió de la mano y comenzaron a caminar, ninguno de los dos decía nada, pero ambos sabían lo que querían. Parecía tener prisa, él tiraba de ella, y más que andar parecían correr, sólo se paraban de vez en cuando para dedicarse unos intensos besos que eran la envidia de quien les veía, se besaban y acariciaban, cada uno empezaba a notar la excitación que invadía el cuerpo del otro. Después de un rato llegaron a un portal.

El: ¿Quieres subir? - parecía estar fuera de toda duda que ella contestaría que sí.
Ella no respondió; separándose unos pasos sacó del bolso su móvil y efectuó una breve llamada: en su rostro se plasmó la satisfacción: su pequeño dormía, la noche era joven y ella libre de vivirla. Se volvió hacia él.

Un beso le bastó, para darle a entender que lo deseaba tanto o más que él.

En el ascensor se acerco a ella y sin pensarlo dos veces desabrochó su sujetador. Metiendo su mano por debajo del top pudo notar que ya tenía los pezones erectos, de la misma forma que ella había notado antes la erección de él al acercarse.

Sin cerrar aún la puerta de la casa, comenzaron a besarse mientras él la guiaba hacia el dormitorio, se besaban y acariciaban como si la vida les fuese en ello. Una vez en la habitación comenzó a desnudarla. Él no la dejaba que le quitase nada de ropa, en unos segundos estaba completamente desnuda. Ella, no sentía ningún pudor, parecía como si le conociera de toda la vida y lo más normal el estar desnuda ante él. El acariciaba por todos lados, la besaba, bailaba a su alrededor, la enardecía con sus fugaces caricias pero no la dejaba tocarle.
Ella sentía que la situación se le iba de las manos, miedo y excitación recorrían su cuerpo, sólo podía dejarse llevar por aquel terremoto de deseos que flotaba en la habitación. La puso contra la pared, comenzó a besarle el cuello mientras acariciaba todo su cuerpo, las manos de él se deslizaban entre los muslos de ella, se acercaban vertiginosamente hacia su sexo, que se mojaba más y más por momentos. Apretaba el cuerpo de él contra el suyo, haciendo que se sintiera prisionera entre él y la pared, por momentos sentía que le faltaba la respiración, ya de por si acelerada.

Aquella sensación era nueva para ella, él parecía muy seguro de lo que hacía y hasta donde quería llegar; esa seguridad en si mismo se la transmitía a ella en cada una de sus caricias. Sin que ella opusiera resistencia, el le cubrió los ojos con un pañuelo negro lo que provocó miedo en ella, miedo y excitación, porque ahora no sabría donde llegaría la próxima caricia de su amante. La ordenó, porque en realidad fue algo mas que una petición, que se acariciara mientras el se desnudaba, ella obedeció, sus manos recorrían su cuerpo, como tantas veces lo habían hecho antes en solitario, en su cama, deseando un momento como aquel. Ella ya había tenido más relaciones tras la ruptura de su matrimonio, pero, hacía meses que no salía con nadie y echaba de menos el sexo, al fin y al cabo era joven y fogosa y la naturaleza exigía su tributo.

Cuando él terminó de desnudarse se abrazó a ella, que pudo notar su pene en erección contra sus nalgas, deslizó su cuerpo contra el de ella y abrazándola desde atrás la llevo hasta el cuarto de baño. Ella no sabía que pretendía llevándola fuera de la habitación, pero despejó todas sus dudas cuando una vez cerca de la bañera él abrió el grifo y la introdujo en el agua.
Estaban debajo del chorro de agua cuando él, siempre detrás de ella, comenzó a enjabonar todo su cuerpo. Estar detrás de ella le daba sensación de poder, de llevar el mando de la situación, además de darle la oportunidad de poder frotar su pene contra las nalgas de ella, y esto, le excitaba aún más.
Empezó a cubrirla de jabón desde el cuello, lo hacía recreándose en ello como un artista en su obra maestra, haciendo infinita cada caricia. Ella disfrutaba sin saber que hacer con sus manos, él no la permitía tocarlo. Sus caricias cobraban intensidad a la vez que descendían por su cuerpo. Con las piernas abiertas le permitía acariciar los aledaños de su clítoris donde las manos de él no tardaron en llegar provocando que saliera de su boca un tímido gemido de placer. Seguía acariciándole los labios y de vez en cuando le dedicaba sus atenciones al clítoris. Sin que hubiera un previo aviso, ella sintió como le penetraba con un dedo -Ahhhhhhhhhh!-, esta vez el gemido fue más intenso, ella se sentía excitadísima, absorta en disfrutar del momento, se excitaba mas a cada segundo que pasaba y al primer dedo le siguió el segundo y sin dar tregua un tercero que se deslizó suavemente gracias a la intensa lubricación de su sexo. Todo ello le hizo gemir aun más intensamente -Ahhhhhhhhhh!, a punto de llegar al éxtasis, mientras él se regodeaba acariciando aquel cuerpo que ahora era solamente suyo. El sacó sus dedos mientras con la otra mano seguía acariciando la nuca de ella, y la ordenó silencio cuando rota por la excitación le pedía que continuase.

Ella: Sigueeeee!, por favor!, Sigueeeee!, ¡ nooooooooooo!

El: No,…. ¡Calla!... Disfruta del momento, la noche es muy larga, disfruta poco a poco, saborea lo que tienes querida-

Se separó de ella un instante, la desconcertó, no podía ver donde estaba o que intentaba hacer, sin embargo disipó toda duda cuando sintió que la sujetaba por la cintura, la giraba e inesperadamente la penetraba con un único y certero movimiento que llegaba hasta el fondo de su vagina y lo sacaba nuevamente. Solo necesitó que él repitiera esto un par de veces más para sentir que le flojeaban las piernas y el primer orgasmo de la noche recorría su cuerpo al tiempo que un reguero de flujo corría por sus muslos mientras el agua que caía sobre ellos borraba el surco.

Él mantenía su erección mientras salían de la ducha y le secaba el cuerpo. Ella seguía con los ojos vendados, sólo podía sentir como la recorría con la toalla y como cada caricia seguía excitándola cada vez más. Terminaron de secarse y la condujo de nuevo hasta la habitación, una vez allí le dijo que era su turno y la pidió que se arrodillase, ella ya sabía lo que sucedería a continuación y deseaba ser parte actora. Sintió como algo rozaba su cara, sin poder usar las manos sólo podía esperar a que él decidiese acercárselo a la boca. Así lo hizo. Ella lamía la punta de lo que sin duda era el pene de él, estaba duro y sin embargo, suave y ella disfrutaba de la situación, de vez en cuando dejaba resbalar sus labios a lo largo del pene para metérselo en la boca y acariciarlo dentro con la lengua, lo metía y sacaba de su boca, él sujetaba su cabeza, marcando el ritmo. Notaba que cada vez estaba más duro, él estaba excitadísimo y ella sentía que eyacularía de un momento a otro. Era él quien dominaba la situación, quien sujetando su cabeza imponía el ritmo de la felación, notaba como el pene llegaba a tocarle la garganta y le producía alguna arcada que aguantaba para complacer a su recién estrenado amante y porque le encantaba tener dentro de la boca aquel pene que aun no había visto. Unos segundos después ella tenía la boca llena de un calido semen que no dudo en tragarse completamente. Después, sin necesidad de que él lo pidiese, comenzó a limpiar su pene con delicados lametones que no dejaban que la erección de él llegase a su fin.

La levantó del suelo y la sentó a su lado en la cama, abrazándola, después, le quitó la venda y la sonrisa de cada uno bastó para dar a entender al otro que había sido genial, pero que ambos querían más. Abrazados, se recostaron en la cama y después de unos cuantos besos se durmieron, para despertar poco después con ganas de continuar.

No sabía cuanto tiempo había estado dormido, pero seguramente fue muy poco, cuando notó una sensación rara en su pene. Le estaban acariciando suavemente. Abrió ligeramente un ojo y cuando se dio cuenta que era la boca de ella la que comenzaba a despertar su falo, se hizo el dormido, dejaba que ella controlara la situación, para él aquello era nuevo. Pero estaba disfrutando con ello.

Ella se despertó. Mientras él seguía durmiendo boca arriba, vio su pene flácido y no se lo pensó dos veces. Se deslizo hacía abajo en la cama, hasta que su cara estuvo a la altura del pene de él, se acercó, y lo observó unos instantes antes de tomarlo con suavidad y metérselo totalmente en la boca. Estaba muy pequeñito y entraba entero, podía jugar con el dentro. Notó un respingo de su compañero y se dio cuenta de que se había despertado, aunque mantenía los ojos cerrados, disfrutando del momento. El pene comenzaba a crecer dentro de su boca, sentía como por momentos ocupaba más y más espacio y se ponía más y más duro y rígido. Con una mano comenzó a acariciarle los testículos mientras que con la otra sujetaba el pene que sentía totalmente suyo, a la vez que su lengua lamía el lubricado prepucio de este, lo sentía tremendamente suave al recorrerlo con la lengua.

El no se movía, estaba encantado con aquella felación, de la misma forma que ella, ahora si, se sentía tremendamente segura de si misma, controlando la situación. La excitaba tener el control y comenzaba a mojarse. Seguía lamiendo el pene, y de vez en cuando metiéndolo y sacándolo de la boca, ayudándose de la mano derecha, mientras la izquierda seguía acariciando los testículos, descendía hasta el perineo y llegaba hasta la entrada de su ano.

Él no se quejaba así que ella continuaba con las caricias, chupaba un pene que ya estaba tremendamente duro y cada vez le gustaba más; ella también quería disfrutar, se puso encima de él, de forma que su empapado sexo estaba ahora muy cerca de la cara de su compañero. Él sabía lo que ella quería, pero se resistía, estaba demasiado a gusto disfrutando de la felación, demasiado relajado. Entonces ella paró, dejó de chupar su pene y él se dio cuenta de que sólo continuaría si él utilizaba también su lengua. Como quería que ella no parase nunca, aferró sus nalgas con ambas manos y se acerco el sexo a la boca. Notó la humedad de sus flujos y el olor a hembra en celo, al momento ella siguió en el mismo punto donde lo había dejado.
Estaban extasiados disfrutando de aquel 69, en el que ella llevaba la iniciativa, ambos sentían como el placer recorría sus cuerpos. Él notaba como un par de dedos acariciaban su ano, sin llegar a entrar, lo acariciaban suavemente; notó como ella sacaba el pene de su boca y la decepción duro poco, porque ahora sentía como su lengua acariciaba sus testículos, los lamía y los mojaba, como nunca se lo habían hecho.

Ella volvía ahora a lamer y chupar aquel pene que tanto le gustaba, mientras sentía como una lengua recorría sus labios, primero los mayores y luego adentrándose hacía los menores, para posteriormente llegar hasta su clítoris, eso la volvía loca, la excitaba, un cosquilleo enervante la recorría el vientre y disfrutaba de ello, de aquella lengua suave y húmeda que la recorría desde el clítoris hasta el ano y le llevaría al éxtasis, estaba a punto de tener un orgasmo, y sabía que él también. Él dio un respingo cuando noto que ella introducía un dedo dentro de su ano, justo en el momento que el hacia lo mismo con ella, fue suficiente para volver a eyacular dentro de su boca, de la misma forma que ella llegaba al orgasmo y llenaba la cara de él de sus flujos mientras su lengua, ávida, recorría el interior de su vagina y un segundo dedo dilataba más su delicado orificio.
Ninguno de los dos dudó en continuar, comenzaron a chupar, a limpiar los mudos testigos del orgasmo del otro. Ella dejó un pene reluciente, que poco a poco volvía a su tamaño original. El continuaba degustando la fuente del néctar que aún fluía de la vagina de ella y con suaves toques de lengua en el clítoris, la ayudaba a descender pausadamente de la cima de placer en la que había estado encaramada.

Ella se giró poniéndose al lado de él, se abrazaron y se besaron, intercambiando sabores de sexo, el sabor del placer compartido. Estaban relajados, complacidos y disfrutando del momento; un abrazo y un beso eterno volvió a llevarles al reino de los sueños, del que nuevamente no tardarían en volver, pero durante ese pequeño lapsus en el tiempo, algo habría anidado en el subconsciente de ambos: Aquella noche seguramente seria el comienzo de una nueva vida en común………..



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